miércoles, 29 de julio de 2009

Everland.

Everland es un lugar lleno de color y felicidad, de alegría y sonrisas. Está en la segunda estrella a la izquierda de mi mente, y hace mucho que no me paso por allí. Siempre hago intentos de visitarlo, pero siempre me quedo a mitad de camino. Supongo que os preguntaréis por qué.
Veréis, Everland es mi Neverland personal, y todos tenemos que crecer algún día. Pero yo hoy quiero volver a mi querida y dulce infancia. Allí siempre he sido feliz, ya sabéis, es donde todo se arregla con un no se vale y lo único que importa es que el mar no derribe mi castillo de arena. Hay ninfas, piratas y un arcoiris que solo se va los días en los que mi madre me castiga. Aunque de eso hace mucho. La verdad es que lo echo de menos. Jugaba a que era Suzel, y él, el protagonista de todas mis aventuras y mi hermano mayor mega protector, Connor Luz. Que recuerdos... Hoy, definitivamente, voy a llegar. Supongo que seguuirá todo como antes...
Pero para mi sorpresa estoy en un error, quizá el error más grande de mi vida. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde están los colores, las felices mariposas y las sonrisas? ¿Y los juguetes? Pero si este era el lugar más hermoso, brillante y apetecible del mundo... Y en cambio ahora parece estar... ¿En ruinas?
Si no está en ruinas está casi en ruinas... Y todo es por mi culpa, por abandonar este admirable lugar. ¿Por qué decidí crecer? Ah sí, por los chicos. Por los chicos y todo lo demás. Todos tenemos que crecer algún día, al menos si quieres tener amigos de tu edad. Pero si nunca me hubiera ido ahora no tendría que ver este lugar, que sufre en silencio y sin molestar a la adolescente que ahora soy... ¿Cómo he podido? Este siempre había sido mi refugio, cuando alguien me dañaba corría hasta aquí. Era mi fortaleza, y hoy que necesitaba su refugio me lo encuentro destrozado... ¿Por qué? Ahora en vez de poder comportarme como una cría tengo que reconstruírlo...

¿Queréis saber más de Everland?
http://ninfapoetica.blogspot.com/

lunes, 13 de julio de 2009

El baúl de mis fracasos.

Al fondo de mi mente, a la derecha, hay una puerta tras la que podemos encontrar unas escaleras. Bajando por ellas llegamos a un sótano oscuro en el cual hay un baúl: el baúl de mis fracasos.
En él están todos los fracasos de mi vida, archivados cronológicamente: desde un pis incontenible una noche en la cama hasta un amor que no se quedó el tiempo esperado.

No suelo visitar el sótano, que como imaginaréis, es un lugar lúgubre, sin a penas ventilación y lleno de polvo y telerañas. Pero hay veces que no me queda otro remedio que bajar y abrir el baúl, que pasa cerrado todo el tiempo que soy capaz de mantenerlo ordenado. Pero ya tiene tantas cosas tan mal colocadas que esta vez no me ha quedado más remedio que abrirlo...
Recuerdo cada fracaso, tanto en forma de película como por una grabación o, simplemente, por fotos. Es bastante duro navegar entre tantos proyectos fallidos, entre tantas ilusiones rotas y decepciones que un día fueron esperanza. Mi mente sufre cada vez que debo recolocar el baúl de mis fracasos, pues, sin quererlo, me veo obligada a someterla a una de las peores torturas existentes.

¿El motivo de esta visita al sótano de mi mente? Mi último fracaso: una historia rota que parece no tener remedio.
Sin embargo me quedaré un tiempo por aquí, intentando rescatar este fracaso para convertirlo en una victoria y poder trasladarlo de habitación.

jueves, 9 de julio de 2009

Mi santuario.

Unos pocos metros cuadrados, cuatro paredes verdes, una ventana y una puerta que da a una terraza. Un armario, una cama, un escritorio, una silla roja con una lámpara a juego, dos mesillas, una silla amarilla, un espejo y muchos pósters tapando mi pared verde. Cajones desordenados, zapatillas y calcetines por el suelo, una mini-cadena, un baúl y un corcho lleno de fotos. Así es mi cuarto, mi santuario.
Es el lugar donde me refugio, ha visto casi todo. Me ha visto llorar, caer, gritar, desgarrarme, arañarme, sostenerme en pie gracias a unas cortinas que han terminado rotas. Me ha visto pegar, romper, agonizar, desesperar. Ha escuchado todas mis conversaciones telefónicas (y lo que no eran conversaciones), ha secado mis lágrimas con la almohada de su cama, ha escondido mi diario, mis cartas, todos mis secretos, ha cuidado de mí en silencio, me ha visto reir y enloquecer. Y con el paso de los años yo le he ido cuidando a él.
He cambiado el color de sus paredes: blancas, amarillas, lilas, magenta, amarillas de nuevo y finalmente, verdes. Por sus paredes han pasado desde muñecas de porcelana y puzzles de Disney hasta pósters de Victoria Francés.
Ha leído todos mis textos y me ha dado cobijo cuando no he querido saber nada del mundo. Ha sido mi casa, sumida en la oscuridad de las persianas bajadas, durante tres días seguidos en los que no quise saber nada del mundo. Me ha escuchado desear acabar con mi vida y sonreír jubilosa por sentirme la más afortunada de las chicas. Siempre ha estado conmigo, y si tuviera que decir de alguien que me conociera realmente bien, hablaría de él, pues lo sabe todo.

Y ahora, una vez más, necesito que me refugie entre su verde, color de la esperanza.

martes, 7 de julio de 2009

Lo que tengo

Tengo su foto en el centro de mi corcho.
Tengo una carpeta llena de dibujos.
Tengo dos diarios, uno acabado y otro a medias.
Tengo otra carpeta llena de textos.
Tengo un cuaderno con los mensajes suyos que borré.
Tengo dos cajas hasta arriba de recuerdos.
Tengo albúmes de fotos.
Tengo una habitación verde.
Tengo muchos pósters en mi habitación verde.
Tengo un piano sin usar.
Tengo un cajón lleno de gorras.
Tengo un armario que renovar.
Tengo un baúl repleto de juguetes.
Tengo otro baúl cargado de disfraces.
Tengo una piscina que solo se abre en verano.
Tengo un gato que duerme conmigo cuando lloro.
Tengo la nostalgia de un amor que se fue.
Tengo el recuerdo de muchas buenas amistades que se fueron.
Tengo buenas amistades contadas.
Tengo un sueño que cumplir.
Tengo una meta que alcanzar.
Tengo que encontrar mi lugar.
Tengo unos ojos azules que hechizan.
Tengo la canción de mi vida.
Tengo los derechos de autor de mi vida.
Tengo una sonrisa que se esconde detrás de la luna.
Tengo muchas desilusiones tras mis pasos.
Tengo todo lo que no tengo.
Tengo un ordenador.
Tengo inspiración los martes a las dos.
Tengo un corazón roto, mal pegado y resquebrajado.
Tengo un reino en obras por reformas.
Tengo mil ideas que no van a ningún sitio.
Tengo tropecientos textos que nunca verán la luz.
Tengo mil palabras para él, y para ti.
Tengo ego por las mañanas.
Tengo carisma al mediodía.
Tengo envidia por las tardes.
Tengo celos por las noches.
Tengo ira de madrugada.
Tengo un reloj que nunca para.
Tengo hambre cuando me faltan tus besos.
Tengo frío en invierno.
Tengo calor en verano.
Tengo hojas secas en mi jardín.
Tengo margaritas sin pétalos en un cajón.
Tengo una colección de flores entre las hojas de los libros.
Tengo muchas historias que contar.
Tengo mil promesas que cumplir.
Tengo mil promesas que no han cumplido.
Tengo un vaso, y otro, y otro, e infinitos vasos llenos de lágrimas.
Tengo muy pocos remordimientos.
Tengo una vida por delante.
Tengo, por lo tanto, un futuro.
Tengo poca fe.
Tengo algo más de esperanza.
Tengo muy mala hostia.
Tengo mucho orgullo.
Tengo miedo, grandes cantidades de miedo.
Tengo ganas de pegar a alguien.
Tengo todo lo que dejo atrás.
Tengo, por lo tanto, un pasado.
Tengo un presente.
Tengo cosas que no sé lo que son.
Tengo un aspirante a amor.
Tengo mis dudas de que llegue a serlo.
Tengo sentimientos enterrados en mi coarzón.
Tengo una mente cansada de pensar.
Tengo unos dedos ansiosos por escribir.
Tengo unas manos que se mueren por tocarte.
Tengo una niña muy curiosa.
Tengo una vida poco fácil, como todas.
Tengo mucho que decir.
Tengo mucho por lo que debería callar.
Tengo ganas de saltar.
Tengo que desaparecer.
Tengo que aprender a escuchar.
Tengo que dejarme aconsejar.
Tengo que quererme un poco más.
Tengo que poner todo mi empeño en que te quedes.
Tengo que saber si quiero que lo hagas.
Tengo que pensar.
Tengo un sentimiento que no sabe lo que siente.
Tengo una niña que juega a ser madura.
Tengo mil contradicciones mezcladas con paradojas incoherentes.
Tengo un libro de poemas.

Pero de todo lo que tengo, mi mayor tesoro, son los bonitos recuerdos.

lunes, 6 de julio de 2009

Todo lo que tuve.

Echo de menos los disfraces.
Echo de menos jugar en la arena.
Echo de menos los bañadores que solo eran braguita.
Echo de menos las clases desenfadadas.
Echo de menos salir con la bici, o los patines.
Echo de menos salir solo hasta el final de la calle.
Echo de menos pasarme horas en la bañera.
Echo de menos los cuentos antes de dormir.
Echo de menos creer en los Reyes Magos y Papá Noel.
Echo de menos las canciones de Disney como algo natural.
Echo de menos los globos que se escapaban de mis manos.
Echo de menos las mañanas de los domingos en la tienda de chuches.
Echo de menos jugar a Fuga.
Echo de menos a la gente del barrio.
Echo de menos los veranos en aquel campamento.
Echo de menos montar en piragua dos veces cada Julio.
Echo de menos aprender palabras sorprendentes.
Echo de menos la sensación de aquel primer 9.
Echo de menos los vestidos repollo.
Echo de menos los calcetines agujereados y los tomates en los calcetines.
Echo de menos jugar a mamás y papás.
Echo de menos los San Valentines dibujando corazones.
Echo de menos dibujar con el punzón.
Echo de menos jugar con la plastilina.
Echo de menos las meriendas en el cole.
Echo de menos jugar al escondite para irnos más tarde.
Echo de menos los “mentirosa” “verdadosa
Echo de menos los “se lo voy a decir a mi mamá”
Echo de menos salir a la pizarra a vigilar.
Echo de menos arreglarlo todo con un “no se vale
Echo de menos encerrarme en casa por no saber perder.
Echo de menos que me dejaran ganar.
Echo de menos los regalices, las gominolas y el pica-pica.
Echo de menos tener ilusión por volver a empezar y aquel anuncio del Corte Inglés.
Echo de menos ir a comprar el uniforme.
Echo de menos los caprichos consentidos.
Echo de menos las lágrimas por nada.
Echo de menos las sonrisas por todo.
Echo de menos los regalos interminables.
Echo de menos que me hagan la vista gorda.
Echo de menos que la culpa sea de la edad.
Echo de menos los dibujos amorfos que siempre recibían un hipócrita “que bonito
Echo de menos los concursos de dibujo, ciencia y literatura.
Echo de menos ser la ganadora y la finalista año tras año.
Echo de menos ir al parque.
Echo de menos tirarme por el tobogán.
Echo de menos jugar con la pala y el rastrillo.
Echo de menos desojar margaritas.
Echo de menos madrugar para ver Las Súper Nenas.
Echo de menos aquel supuesto primer amor.
Echo de menos a la abuela.
Echo de menos decir que Edu era mi novio.
Echo de menos que Edu me siguiera el juego.
Echo de menos que ser orgullosa no importara.
Echo de menos que aquel chico no me dejara en paz.
Echo de menos las clases de música, y de pintura, y de patinaje artístico.
Echo de menos estar en la piscina hasta después de arrugarme más de lo posible.
Echo de menos desear ser mayor.
Echo de menos aquel interminable pasillo.
Echo de menos el miedo al señor Don Juan Ricardo.
Echo de menos reírme de la cuatro pelos.
Echo de menos ir a la zona prohibida.
Echo de menos que nos inventemos cosas de la zona prohibida.
Echo de menos imaginar que soy una mariposa.
Echo de menos idealizar a aquel chico tan mayor.
Echo de menos aquel primer amor supuestamente verdadero.
Echo de menos al verdadero primer amor.
Echo de menos sus besos.
Echo de menos las fiestas de aquel pueblo.
Echo de menos aquella buena amiga que se fue.
Echo de menos aquel primer mini.
Echo de menos aquel concierto en el que le vi, a mi verdadero primer amor.
Echo de menos olvidarme de un supuesto primer amor gracias al verdadero.
Echo de menos superar las dificultades de aquel primer amor verdadero.
Echo de menos a los primos.
Echo de menos ir al pueblo cada Navidad.
Echo de menos las facturas de teléfono inhumanas.
Echo de menos los mensajes ñoños.
Echo de menos las discusiones provocadas.
Echo de menos poder ser celosa.
Echo de menos no tener que controlar mis impulsos.
Echo de menos los “te echo de menos
Echo de menos oír un te quiero.
Echo de menos poder decir te quiero.
Echo de menos no tener miedo.
Echo de menos actuar sin pensar.
Echo de menos no pensar.
Echo de menos soñar con llegar a Hollywood.
Echo de menos la inocencia.
Echo de menos los textos depresivos que dejó su adiós.
Echo de menos maldecirle.
Echo de menos metirme diciendo "le odio"
Echo de menos gritarle "te odio"
Echo de menos decir "lo siento, lo siento, lo siento"
Echo de menos la angustia de un móvil apagago.
Echo de menos sentir que lo he superado, que no me importa.
Echo de menos nuestra esquina.
Echo de menos aquel que pareció remplazar su lugar.
Echo de menos portarme mal para que me dejara.
Echo de menos decir “que te juro que este es diferente
Echo de menos los interminables “te lo dije
Echo de menos caerme y que me levanten.
Echo de menos sus besos.
Echo de menos echar de menos sus besos.
Echo de menos ir al colegio sin dormir.
Echo de menos ser lo que fui.
Echo de menos la nostalgia.
Echo de menos la felicidad.
Echo de menos la magia.
Echo de menos los piropos que buscaban conseguir algo.
Echo de menos pensar que no iban con segundas intenciones.
Echo de menos mandarle a la mierda mil veces.
Echo de menos que me pidiera perdón mil veces.
Echo de menos a todos los chicos que han pasado por mi vida.
Echo de menos a todos los que estaban y se han ido.
Echo de menos como era(s) al principio.
Echo de menos las palabras llenas de ilusiones.
Echo de menos creerme las promesas.
Echo de menos creer(me) que te quedarás.
Echo de menos ponerme roja con tus piropos.
Echo de menos las maldades aposta.
Echo de menos los patios marginada por su culpa.
Echo de menos flotar en una nube rosa.
Echo de menos poder escuchar la que fue nuestra canción.
Echo de menos las largas conversaciones.
Echo de menos las ñoñerías que decías.
Echo de menos irme con una sonrisa a la cama.
Echo de menos levantarme con una sonrisa.
Echo de menos creer que es cierto, que eres diferente.
Echo de menos que pongas de tu parte.
Echo de menos que me hagas sentir especial.
Echo de menos meterme con la gente.
Echo de menos a las TCG.
Echo de menos al Nuevo Centro, y toda su gente.
Echo de menos sentir que te importo.

Echo de menos tantas cosas que podría decir que, a veces, estoy vacía.