jueves, 5 de mayo de 2011

Miedo número DIECIOCHO

Te levantas una mañana y te paras a pensar en lo deprisa que pasa el tiempo.
- ¿Cuántos años hace?
- ¿Cuántos años hace de qué?
Quien te viera diría que estás loca, hablando tu sola de cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te diste cuenta de que el tiempo pasaba rápido. O quizá desde la última vez que viste a aquella que, sin lugar a dudas, iba a ser tu mejor amiga siempre y no has vuelto a ver. O quizá desde la última vez que te hiciste una chuleta para un examen. O mejor, mejor, desde la última vez que te juraste a ti misma, Dios y el mundo entero que no volverías a enamorarte.
- Y aquí me veo, ¡enamorada de la vida!
- No, de la vida no, de Jaime.
¡Loca, más que loca! Loca por no ser como los demás, por pensar que tú sola podías cambiar el mundo y acabar con las injusticias.
- ¿Quién te crees, Platón cuando escribió la República?
- Qué me dejes en paz con tu negatividad.
Siempre las dos vocecitas de la mente que no se callan. ¿Creéis que cuando se es adulto se consigue apaciguarlas? Bueno, antes de eso debería saber cuándo se es adulta, porque, sinceramente, llevo cinco meses en esto de la mayoría de edad y yo no noto una madurez potencialmente notable. Quiero decir, vale, puedo votar y comprar alcohol, hasta ir a la cárcel, pero... ¿Y eso qué? No te levantas la primera mañana de tus dieciocho y de repente eres responsable, tienes una cuenta de ahorros en el banco y sabes hacer una declaración de la renta. Incluso te lamentas.
- Y ahora, ¿me cerrarán las puertas de Nunca Jamás?
- Claro, y las del Cielo, no te jode.
- No quería los dieciocho...
- Estabas deseando llegar a ellos. "Mi eterna libertad", que los solías llamar.
- No estoy preparada...
- ¿Preparada para qué?
- Para la mayoría de edad, dar la talla, estar a la altura, ser adulta, comportarme, tomar decisiones importantes de verdad, darme cuenta de lo que llaman verdaderamente importante, entender todas aquellas cosas que un día me dijeron "cuando seas mayor lo entenderás", y mucho menos, como dice la profesora de inglés "get marry, buy a house and be mother". 
Aquí hay, principalmente, un problema de mentalidades. O de cultura. O de hábitos. El caso es que yo quiero seguir con mis películas de dibujos, mis peluches en la cama (por mucho que a mamá le pese), mis chupa chups, mis sueños, fantasías, ilusiones...
Admitamos que, llega un momento en que es necesario madurar, al menos si queremos que alguien nos soporte, pero tampoco de golpe. Y mucho menos según el concepto que tienen hoy en día de madurar (dejar de tener ilusión por las cosas).
- ¡Qué de cosas me ha dado tiempo a pensar esta mañana!
Piensas antes de montarte en el coche. Y, de repente...
- ¿Cuándo has dejado de pensar que tú sola podrías cambiar el mundo? 
>>Juraría que eso era lo que más te gustaba de ti...